¿Qué comemos los puertorriqueños en la diáspora?
Bostezo frito (como decía mi mamá). Hablemos serio... Todos sabemos que aunque estemos en la isla siempre añoramos algún plato, y ese plato por lo regular está confeccionado por unas manos especiales. Y es que la comida tiene un algo, con un yo no sé qué, que tiene la capacidad de conectar con el alma. Y me puse a pensar, ¿será que al estar a millas de distancia de Puerto Rico se nos alteran los antojos gastronómicos? Y esa pregunta me llevó a otras tantas más, las cuales les comparto a continuación:
- ¿“Al brincar el charco” los antojos de comida se multiplican?
- ¿Nuestra dieta diaria en la diáspora estará influenciada por la nostalgia a nuestra tierra?
- ¿Qué “maromas” hacemos por tener un pedacito de nuestra tierra en la mesa?
ADVERTENCIA AL LECTOR: Para las respuestas no me dediqué a hacer un estudio exhaustivo de las preguntas. Las mismas son el resultado del cuestionamiento intuitivo y la observación (ok, ok están viciadas por mi opinión). Vamo’ alla’...
¿Se nos multiplican los antojos al brincar el charco?
A la hija de Lula sí (o sea a mí) partamos de la premisa de que cuando vivía en Puerto Rico, vivía en un municipio distinto (San Juan) al de mi familia (Arecibo). Los fines de semana que los visitaba (como decían mis amigos, cuando iba para la “isla”), llegaba ya con una lista de antojos para el fin de semana. Y obvio que si podía me traía alguito pa’ la semana; cosa de que mis compañeros de trabajo supieran lo rico que cocinaba mi mamá. Estas visitas gastronómicas las hacía por lo menos una vez al mes; y los antojos para el próximo fin de semana ya estaban disponibles casi instantáneamente. Así que antes solo pagaba peajes y me exponía a par de tapones; imagínense entonces exponencialmente lo mucho que se multiplican y se añoran los antojos por el hecho de brincar el charco. Tal parece que mientras más millas de distancia, más se multiplican los antojos.
Influye la nostalgia en nuestra dieta
Yo pienso que sí. Se dice que el estómago y el corazón guardan relación, por algo surge la sabiduría de “barriguita llena, corazón contento”. Así que yo para alegrar el corazón y manejar la nostalgia me doy un buen gustito criollo, y con una rica energía comparto mi mesa y una buena tertulia. Sin embargo, si la nostalgia me es provocada por uno de los míos haciéndome fiero al compartirme fotitos de alguna sabrosa alcapurria, sorullitos de maíz, mofongo o algún otro manjar, sepa usted que en ese próximo fin de semana iré de cabeza al supermercado latino buscando los ingredientes para cocinar y saciar la barriguita y el corazón.
¿Qué "maromas" hacemos por tener un pedacito de nuestra tierra en la mesa?
En este punto de la historia seré más clara que el agua, y me declaro culpable ante todos ustedes: yo hago la maroma y traigo en mi maleta sofrito hecho por mi hermano. “Mea culpa”, jajaja... y me gustaría saber si soy la única, o qué traen ustedes… Es asunto serio que antes de hacer maleta de regreso, mis dos envases de sofrito congelado están debidamente empaquetados. Déjenme saber en los comentarios si desean que les cuente cómo los guardamos para que lleguen “ready”.
Luego de esta reflexión concluyo que los puertorriqueños en la diáspora comemos igual o más sabroso que cuando estábamos en nuestra isla. Pues logramos conectar con el alma a través de nuestro sazón, y eso, señoras y señores es una bendición.